Ufones es un pequeño pueblo
situado en el interior de la comarca zamorana de Aliste, cerca de la frontera
portuguesa. Administrativamente forma parte del municipio de Rabanales,
integrado por la propia cabecera (Rabanales) y cinco pedanías dependientes: Fradellos,
Grisuela, Matellanes, Mellanes y el propio Ufones.
Según datos del INE (padrón del
año 2014) la localidad de Ufones contaba con 46 habitantes, la cifra más baja
de las últimas décadas, motivado por el éxodo rural y el progresivo
envejecimiento poblacional que está sufriendo la comarca.
Históricamente Ufones perteneció
al marquesado de Alcañices como una de las poblaciones de la Vieja Tierra, en contraposición a los
lugares poblados o repoblados en etapas posteriores por los señores de
Alcañices y considerados de la Nueva
Tierra.
Celebra sus fiestas patronales en
honor a Santa Eulalia de Mérida el día 10 de diciembre, siendo importantes
también las dedicadas a San Antonio de Padua.
La localidad, pese al reducido
tamaño, destaca por su riqueza paisajística y medioambietal y su importante
patrimonio histórico-cultural. Veamos a continuación algunos ejemplos de ello.
LA RIBERA DEL MENA
El Mena es un afluente del río
Aliste, en su vertiente sur, que nace en las inmediaciones del lugar de Tola y
va a desembocar al Aliste a la altura de Gallegos del Río. En su curso bajo
atraviesa el término de Ufones. La ribera, como se conoce aquí, es un espacio
protegido de espacial interés ecológico catalogado como Lugar de Importancia Comunitaria (“Las riberas del río Aliste y sus
afluentes”) e integrado en la RedNatura2000.
En su entorno abundan grandes alisedas, prados de siega y pastizales, que se
combinan en el paisaje con huertos y las típicas cortinas alistanas. La tradicional interacción entre el hombre y el
medio natural quedó reflejada en la aparición de construcciones ligadas a este
entorno, como puentes, molinos, fuentes o abrevaderos que jalonaban el curso
del río y de las que aún podemos observar algunos ejemplos.
Imagen típica de prados separados por "fincones" en la Ribera |
LOS MOLINOS DE UFONES
La producción harinera ha sido una de las
bases fundamentales sobre las que se asentaban las economías rurales. La harina
constituía un bien de primera necesidad, básico para la elaboración del pan y
el pienso de los animales, y su producción estaba estrechamente relacionada con
las cosechas de grano, que fluctuaban año tras año. Así las cosas, los molinos
se convirtieron en herramientas imprescindibles de trabajo.
En Ufones, como en toda la comarca, primó la utilización
de molinos de agua debido a las condiciones orográficas y climáticas de la
zona. Los molinos se fueron extendiendo a lo largo de los cauces de ríos y
arroyos más importantes, caracterizando y vertebrando así el paisaje fluvial.
Pero no sólo tuvieron un impacto visual en el entorno sino que además
influyeron de manera directa en la organización socio-económica de los pueblos
ante la necesidad de regular su uso.
En líneas generales la arquitectura de
los molinos en Aliste es similar, aunque su tamaño varíe debido a la capacidad
que soportaban. Se trata de edificios rectangulares construidos en base a
piedra y madera, sin apenas vanos ni chimeneas, pese a la necesidad de hacer
fuego en su interior las largas noches de molienda. Estos edificios se sitúan
en la margen de los ríos, casi siempre en la misma orilla para no tener que
vadearlos. La traída del agua se hacía desviando el curso hacia el molino donde
quedaba represada en la zuda. La corriente entraba por la calienda,
regulando su flujo a través de una compuerta que permitía dar mayor o menor
potencia a la rotación. De esta manera el agua golpeaba las aletas del rodreno,
pieza circular metálica que hacía girar el eje de madera al que estaba unido y
que a su vez movía las piedras o muelas, una de ellas fija y la
otra giratoria. Estas muelas eran graduables en altura (para
conseguir una harina más o menos fina) y su superficie era estriada. Otras
partes del molinos eran la torva, por donde se introducía el grano
y el farniero, depósito donde caía la harina obtenida.
En cuanto al régimen de propiedad,
tradicionalmente los molinos podían estar en manos privadas o públicas. Aun así
en todos los casos se desprende un uso comunal, con turnos rotativos entre los
vecinos que gozaban del derecho a moler y que incluso procedían de pueblos
cercanos como Matellanes, Grisuela o San Juan del Rebollar.
La datación más antigua
que conservamos sobre los molinos de Ufones viene de mediados del siglo XVIII,
con la información que nos transmite el Catastro de Ensenada. En este momento
se documentan hasta cinco molinos en funcionamiento. Son estos: El
Retorno, La Llamerona, Matarranas, La
Puente y Molino de Concejo, y uno más, el de Valpozo o
de los Alonso, inservible en aquellas fechas por estar arruinado.
En épocas posteriores hemos podido contabilizar otros tres, los molinos
de Valongo, Valdegranao y el Pisón. En este
último caso no se trataría de un molino harinero sino más bien de un batán o
pisón –de ahí el nombre- dedicado a la preparación de telas de lino.
Todos estos molinos perduraron en el tiempo hasta el último cuarto del siglo XX. Lamentablemente en la actualidad, debido a la coyuntura económica y social del pueblo (emigración, envejecimiento poblacional, aparición de nuevas técnicas agrícolas, desinterés institucional, etc.) la mayoría de ellos o bien han desaparecido totalmente o tan sólo conservamos algunos restos. El único que se conserva íntegramente es el molino La Puente. Se trata del molino de mayor tamaño del término, y uno de los de mayor capacidad de todo el Mena. Es posible que su buen estado responda a dos premisas. En primer lugar, el molino era el más cercano al pueblo y, a diferencia de los demás, era utilizado casi en exclusiva por los vecinos de Ufones, lo que aumentaba el interés de los propios vecinos por el mismo. En conexión con esta idea está la segunda premisa: aunque no contemos con ningún documento que pueda probarlo, es más que factible que el molino fuera objeto a principios del siglo XX de una reconstrucción bien total o parcial. Esto quedaría reflejado en la inscripción que actualmente podemos ver en la puerta de entrada donde figura el año 1912, fecha probable de finalización de las obras. A principios de este siglo se llevó a cabo la reparación del tejado, debido a su estado de deterioro.
Todos estos molinos perduraron en el tiempo hasta el último cuarto del siglo XX. Lamentablemente en la actualidad, debido a la coyuntura económica y social del pueblo (emigración, envejecimiento poblacional, aparición de nuevas técnicas agrícolas, desinterés institucional, etc.) la mayoría de ellos o bien han desaparecido totalmente o tan sólo conservamos algunos restos. El único que se conserva íntegramente es el molino La Puente. Se trata del molino de mayor tamaño del término, y uno de los de mayor capacidad de todo el Mena. Es posible que su buen estado responda a dos premisas. En primer lugar, el molino era el más cercano al pueblo y, a diferencia de los demás, era utilizado casi en exclusiva por los vecinos de Ufones, lo que aumentaba el interés de los propios vecinos por el mismo. En conexión con esta idea está la segunda premisa: aunque no contemos con ningún documento que pueda probarlo, es más que factible que el molino fuera objeto a principios del siglo XX de una reconstrucción bien total o parcial. Esto quedaría reflejado en la inscripción que actualmente podemos ver en la puerta de entrada donde figura el año 1912, fecha probable de finalización de las obras. A principios de este siglo se llevó a cabo la reparación del tejado, debido a su estado de deterioro.
Restos del molino de "La Llamerona" |
LA FUENTE DE ABAJO
Ufones destaca por su abundancia
en manantiales. Uno de los más conocidos y que ha pervivido a los usos y
costumbres modernos es la conocida Fuente de Abajo. Se sitúa ésta en la parte
baja del núcleo (de ahí el nombre), junto a la ribera. La calidad del agua que
ofrece y su cercanía a la población han hecho de ella una fuente imprescindible
para todos los vecinos que en el pasado y aún en la actualidad bajan a recoger
el líquido elemento.
Arquitectónicamente el manantial
se protege por losas de piedra y sillares posiblemente reutilizados en los que
se perciben cruces y marcas de distinto signo.
Interior de la Fuente de Abajo |
LA IGLESIA PARROQUIAL DE SANTA EULALIA DE MÉRIDA
En el centro del pueblo se alza
la iglesia parroquial de Santa Eulalia de Mérida, patrona de la localidad. Se
trata de un edificio de traza sencilla, de planta rectangular, hecho en
mampostería de piedra con remates de sillería de granito en las esquinas,
excepto la torre del campanario que se compone enteramente de sillería en seco.
Se desconoce su antigüedad,
aunque posiblemente se trate de una construcción del siglo XVI erigida sobre
los cimientos de algún templo preexistente.
La sencillez del
exterior no lo es menos en el interior. Consta la iglesia de una sola nave con
la sacristía y un cuarto de muebles adosados al lado del evangelio. Preside el
altar mayor un sencillo y deteriorado retablo de estilo renacentista con varias
imágenes de escasa calidad fechadas entre los siglos XIX y XX. La nave se
divide en dos partes por un arco toral, con púlpito a sus pies. El pórtico de
entrada a la iglesia se cerró a principios del siglo XIX a través de un
“portalico”, por el que también se accede a las escaleras del campanario. Éste
se compone de torre en espadaña de estilo barroco, con dos vamos para las
campanas y remates en pináculos.
Iglesia parroquial de Santa Eulalia |
A los pies del campanario, en la parte exterior podemos observar un llamativo elemento constructivo. Se trata de una abertura, de unos 20 cm. de diámetro, situada en la pared oeste del edificio y elevada a 2,3 metros del suelo.
En
realidad este orificio responde a una perforación tubular en la pared, de unos
40 cm. de profundidad y que comunica el exterior con una especie de cavidad
interna.
Lo más
singular de este espacio es la tradición asociada a él por la que los niños, al
mudar sus dientes de leche, los lanzan a través del agujero descrito haciéndose
acompañar de un verso que dice así: "tiro este diente podrido para que
me salga otro nuevo y florido". Este es un tipo de ritual relacionado
con la dentición infantil bastante extendido por la geografía española, aunque
con variantes. En muchos lugares existe la tradición de lanzar los dientes a
los tejados, en otros a los cementerios, en algunos casos en osarios de
iglesias, depositarlos en puertas y ventanas o, la más extendida de todas,
dejarlos debajo de la almohada para que el Ratón Pérez se los lleve. Son
costumbres que en mayor o menor medida han perdurado en el tiempo y su origen
debe relacionarse con antiguas supersticiones y creencias mágicas que en algunas
ocasiones han adquirido tintes religiosos. Esto último sucede en Ufones, ya que
el receptáculo al que se lanzan los dientes es en realidad el osario de la
iglesia.
Al
parecer existía una antigua creencia popular por la que se pensaba que los
difuntos, al resucitar en la otra vida, debían conservar todas sus partes,
incluidos los dientes de leche, y la mejor forma de asegurar que esto sucediese
era depositarlos en espacios sagrados, como osarios o camposantos. Hay que
tener en cuenta también que en tiempos pretéritos las enfermedades infantiles
derivadas del desarrollo dental causaban graves problemas en los niños,
llegando en algunas ocasiones a provocar su muerte. En este contexto debe
entenderse esta tradición en las iglesias como un ruego de protección religiosa.
Del
osario de nuestra iglesia tenemos cumplida información a través del libro de
fábrica. Su construcción actual data del año 1826, cuando fue reformado el
templo parroquial, aunque desconocemos, de existir, su ubicación anterior. Está
situado, como era habitual, junto a la torre del campanario, justo debajo de
las escaleras que sirven de acceso al mismo y su único contacto con el exterior
se produce a través de la abertura en la pared.
La
explicación al origen de los osarios es sencilla: los huesos debían depositarse
en estos espacios ante la necesidad de aliviar las sepulturas del interior de
las iglesias, donde antiguamente se enterraba. Por la parte exterior de la
pared se señaló la presencia de este lugar sagrado a través de la colocación de
un sillar de granito, con una cruz esculpida, y situado justo encima de la
abertura. Esta abertura tendría como objetivo introducir en el propio osario
los huesos que con posterioridad fuese conveniente extraer de las nuevas
sepulturas. Sin embargo, la prohibición de enterrar dentro de las iglesias y la
construcción de cementerios externos provocaron que los osarios perdieran su
primitiva funcionalidad, dejándonos en cambio un legado en forma de rito
infantil.
"Agujero de los dientes" |
EL CASTRO
Para cualquier persona del pueblo,
residente o no en él, la zona conocida como “El Castro” no deja de ser
una de las muchas tierras que componen el término de Ufones. Esto sería así de
no ser por el singular valor histórico (en este caso protohistórico) que
encierra en sus entrañas. Y es que “El Castro” no deja de ser uno de los
pocos yacimientos arqueológicos catalogado situado en el término de Ufones. Allá
por el año 1995 don Ángel Esparza Arroyo, catedrático de Prehistoria en la
Universidad de Salamanca, gran conocedor de los castros zamoranos, y que en
aquella época se encargaba de la realización del Inventario Arqueológico Provincial de Zamora, tras su visita a la
zona pudo catalogar este castro. De ello da fe su registro tanto en el Servicio
Territorial de Cultura de Zamora como la Dirección General de Patrimonio de la
Junta de Castilla y León.
Ante la actual ausencia de datación todo
lo que podemos es establecer algunas hipótesis sobre su cronología. En opinión
del profesor Esparza se trata de un castro de la Edad del Hierro, posiblemente
algo más antiguo que el castro de San Juan en Rabanales (también próximo a
Ufones). La Edad del Hierro abarca cronológicamente un periodo largo de tiempo,
extendiéndose de una forma aproximada entre los siglos VIII y II a.C. A su vez
se divide en dos etapas diferenciadas: Primera y Segunda Edad del Hierro.
Aunque los límites entre una y otra son controvertidos, hoy en día los
estudiosos tienden a establecerlo en torno a principios del siglo IV a.C. La
diferencia singular entre estas dos etapas la proporciona el empleo del hierro,
mucho más abundante en la segunda fase. Si como Ángel Esparza sugiere el castro
de Ufones pertenece a la misma época que los de Sejas o San Vitero y es algo
anterior al de San Juan (Rabanales), estaríamos encuadrando el yacimiento
dentro de la Primera Edad del Hierro, aunque insisto en que sólo se trata de
una mera hipótesis. Debemos pues tomar como modelo el castro “El Cerco” de
Sejas de Aliste para asimilarlo a nuestro castro. De “El Cerco” contamos con
una datación cronométrica en base al carbono 14, que da como resultado unas
fechas calibradas entre el 764 y el 204 a.C y una edad equivalente de 410 a.C.
La diferencia entre fecha calibrada y fecha equivalente estriba en la mayor
fiabilidad de la primera, aunque la edad equivalente es mucho nos aporta datos
más precisos. De todas formas lo que nos interesa ahora es simplemente esbozar
algunas hipótesis que puedan contextualizar el castro.
Podemos hacer algunas otras
consideraciones respecto al yacimiento, como por ejemplo su extensión o la
tipología del lugar. En cuanto a su extensión, y a través del reconocimiento
superficial, el castro debe tener una superficie algo inferior a la hectárea.
Recurriendo de nuevo al profesor Esparza, éste clasifica los castros zamoranos
en función a su extensión en tres grupos: menos de 1 ha., entre 1 y 2 has. y
mayores de 2 has. Por tanto el castro de Ufones se encuadra en el primer grupo,
dado el reducido tamaño del mismo. De aquí podemos extraer un dato más: el de
la población del asentamiento. Si consideramos los criterios de Esparza, que
hace una estimación para los castros zamoranos de entre 160 y 200 habitantes
por hectárea, se puede deducir que el castro de Ufones podría haber contado con
una cifra que se aproximaría al centenar de personas, aunque, claro está, se
trate una vez más de meras elucubraciones. En cuanto a la tipología del lugar,
el reconocimiento superficial también nos aporta alguna información. El castro,
que está situado a 842 metros de altitud, cuenta con un buen control visual del
entorno. Se emplaza en lo alto de una ladera en el margen derecho del
río/arroyo Mena, con una orientación noroeste-sureste, quedando encajonado
tanto por el lado norte a través del regato Valongo, como por el
sur con el regato de Fuente de las Colmenicas, que van a desaguar
al Mena. La zona más expuesta es la de poniente, donde la pendiente del terreno
es menor. La cercanía a los recursos naturales, en este caso recursos hídricos,
era un factor importante, aunque no el único (otros factores lo constituían la
altura, la orografía, la superficie disponible, recursos agrícolas, etc.), que
pesaba a la hora de elegir el emplazamiento.
Por otra
parte en cuanto al hábitat del lugar, el alomamiento perceptible en el terreno
debería corresponderse a la ubicación de la muralla, elemento característico de
los castros. En principio, ante la ausencia de excavaciones y sólo a través del
reconocimiento superficial del terreno, deberíamos plantearnos la idea de que
la muralla constituya el único elemento defensivo, aunque no se puede descartar
la presencia de algún tramo de foso en el perímetro del recinto, sobre todo en
zonas más expuestas al pillaje y por tanto más vulnerables. De otros sistemas
defensivos, de los que conocemos en otros yacimientos, como puedan ser las
piedras hincadas, no tenemos ninguna constancia. En lo que se refiere a la
arquitectura civil es difícil plantear ninguna hipótesis ante la carencia de
datos. Todo lo más sería pensar de una forma lógica que en los materiales
empleados en la construcción tanto de la muralla como de las viviendas tenga un
papel destacado la piedra, muy abundante en la zona, como lo demuestran las
investigaciones en algunos yacimientos zamoranos. De todas formas esto no
impide pensar en la posibilidad de la utilización conjunta de diversos
materiales como adobes y madera. En cuanto al tipo de viviendas también surgen
dudas, siendo lo más habitual la preferencia por viviendas circulares, típicas
de la Primera Edad del Hierro.
Vista de "El Castro" desde "La Planiza" |
EL ROLLO
La columna de piedra situada junto
a la iglesia parroquial y conocida como “El Rollo” es sin duda el vestigio
arqueológico con una mayor singularidad del pueblo de Ufones. Esta singularidad
siempre ha despertado curiosidad entre los propios vecinos y forasteros que
llegan por primera vez al pueblo, pero también entre determinados estudiosos
que han intentado con mayor o menor fortuna establecer algunas hipótesis sobre
su posible origen y funcionalidad. Sin embargo, a día de hoy estos
interrogantes siguen sin despejarse.
Tres son las teorías más difundidas y que exponemos a
continuación:
a)
Menhir fálico
Menhir es una palabra de origen
bretón que significa literalmente piedra (men-) larga (-hir). Los menhires se
inscriben culturalmente en el fenómeno megalítico que se desarrolló en Europa desde
el período Neolítico hasta la Edad del Bronce. Son principalmente símbolos
fálicos relacionados con ritos ancestrales en torno a la fertilidad y la
creencia en el más allá y por ello suelen hallarse cerca de tumbas.
Identificar “El Rollo” con un
menhir plantea algunas dificultades, principalmente por su
descontextualización, que impide adscribirlo a alguna etapa concreta. Sin
embargo, la tosquedad de la piedra y su aspecto fálico juegan a favor de esta
hipótesis.
El culto fálico perduró más allá
de los tiempos prehistóricos llegando incluso a la etapa medieval, siendo en
época romana cuando tuvo una mayor difusión. Es posible, por tanto, que nuestro
menhir pueda estar en relación con el cercano yacimiento romano de Rabanales,
aunque también pudiera estarlo con el propio castro de Ufones. Las cruces que
aparecen grabadas en la piedra responderían a un fenómeno de sincretismo
religioso por el que las autoridades cristianas asimilaron símbolos paganos
preexistentes
b)
Miliario romano
Es otra de las hipótesis que se
pueden barajar. Los miliarios eran columnas de piedra, generalmente de granito,
que los romanos colocaban al borde de las calzadas a modo de hito kilométrico
para señalar las distancias dentro de una vía. Estos hitos se situaban cada
“mille passus”, es decir, cada mil pasos romanos (de ahí el nombre) que
transformados al actual sistema métrico equivalen a 1481 m aproximadamente.
Cada miliario solía llevar
grabado una inscripción en la que aparecía al menos el título del emperador
bajo cuyo mandato se había colocado y la distancia hasta el enclave más
importante de la vía. En el caso de nuestro “Rollo” no se aprecia inscripción
alguna. La ausencia de grabado no impide desechar esta hipótesis, sobre todo si
tenemos en cuenta la posibilidad de que los romanos utilizaran en calzadas
secundarias de su red viaria miliarios anepígrafes que simplemente jalonaran la
vía y sirvieran como punto de referencia. En base a ello ha aparecido en los
últimos tiempos un interesante estudio de José Luis Vicente González en el que
refleja esta idea. El rollo podría haber pertenecido a una calzada secundaria
que enlazaba la comarca leonesa de La Cabrera con Aliste y Sayago. Los dos
miliarios de los que sí tenemos constancia fehaciente, en Gallegos del Campo y
San Vitero, pertencerían a esta misma vía.
c)
Rollo jurisdiccional
Pese a que el nombre que las
gentes del pueblo le han atribuido tradicionalmente juegue a su favor, esta
hipótesis es la más problemática de las tres.
Los rollos, de origen medieval,
se utilizaban para simbolizar el poder de las instituciones ya fueran reales,
seculares o religiosas, estableciendo su propia jurisdicción.
Algunos autores han señalado la posibilidad de que “El
Rollo” fuese un miliario reconvertido en “hito terminal entre jurisdicciones
medievales distintas” para lo cual “se labró la cima de uno de sus frentes en
forma de cara” y en el que las varias cruces que aparecen esculpidas “son
testimonio, sin duda, de diferentes reconocimientos periódicos de las
autoridades competentes”. La dificultad estriba en reconocer las distintas
jurisdicciones a las que se refieren, más si tenemos en cuenta la escasez de
fuentes documentales que sirvieran de apoyo a esta hipótesis. El único núcleo
importante capaz de contar con jurisdicción propia en la zona próxima durante
la etapa medieval sería la villa de Alcañices, cuyo señorío (laico) surgió en
el siglo XIII. Parece pues poco verosímil que en Ufones se estableciese un hito
terminal de este tipo. Sin embargo, sí creo que las cruces que aparecen en la
superficie de la piedra se deban a reconocimientos periódicos, aunque más bien
por parte de las autoridades religiosas de cada época.
"El Rollo" junto a la iglesia de Santa Eulalia |
No hay comentarios:
Publicar un comentario